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Festival de San Sebastián Día 5: Decepcionante reencuentro

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Día de decepciones al cumplirse el quinto día de certamen. Por un lado, Bertrand Tavernier llegaba a San Sebastián para presentar su nueva (y puede que última) película, y por otro, el nuevo trabajo del australiano Jonathan Teplitzky se proyectaba por vez primera en esta edición de Zinemaldia. Dos cintas que están en las antípodas en lo que a temas se refiere pero que encuentran espacios comunes si hablamos de la decepción que ha generado en el que suscribe. Menos mal que todavía podemos refugiarnos en las Perlas de este año.

Quai D’Orsay (íd; Bertrand Tavernier, 2013) Sección oficial

Quai d'Orsay
En este 2013, hemos sido testigos de no pocos capítulos en nuestra política que han pasado a engrosar un inagotable libro de sonoras y bochornosas frases que parecen no tener límites. Hablamos de nombres como el de Mariano Rajoy y su “fin de la cita” o el de Ana Botella y el célebre “relaxing cup of café con leche“. Frases que alimentaron el imaginario cómico de nuestro país al convertirse en fenómenos virales y que nos sirvieron para preguntarnos cómo es posible reunir tanto absurdo en un solo discurso. Imagino que al término del visionado de Quai D’Orsay, el espectador español recordará con cierto sonrojo cualquiera de los delirantes episodios comentados, y es que el esperado nuevo trabajo del veterano Bertrand Tavernier es una una satírica comedia política protagonizada por un joven diplomático contratado para redactar los discursos del ministro de Asuntos Exteriores francés.

La ambivalencia del director galo le ha permitido abordar distintos géneros a lo largo de una amplia filmografía que converge en el compromiso ético, la reivindicación social, el cuidado estético de su puesta en escena e historias protagonizadas por antihéroes como el profesor Daniel Lefebrve de la estupenda Hoy empieza todo (Ça commence aujourd’ hui; 1999 ) o el saxofonista Dale Turner de la bella Alrededor de la medianoche (Round midnight; 1986). Irregular carrera la de Tavernier en la que encontramos, sobre todo en los trabajos más recientes, patinazos tan impropios como En el centro de la tormenta (In the electric mist; 2009) o la nueva obra Quai D’Orsay, la cual resulta ser un compendio de propuestas ya vistas como la oscarizada El discurso del Rey (The king’s speech; Tom Hopper, 2010) o la cómica In the loop (íd; Armando Ianucci, 2009). El resultado es una simpática película, influida por el slapstick (imposibe no citar Uno, dos, tres (One, two, three; Billy Wilder, 1961)), que abusa de sus puntos fuertes hasta tal punto que los gags más brillantes terminan agotando hasta al más entregado.

Bertrand Tavernier firma una sátira política, dirigida a las costumbres y entresijos de los líderes franceses, pero que resulta ser un reiterativo filme falto de una mayor lucidez.

Un largo viaje (The railway man; Jonathan Teplitzky, 2013) Sección oficial

The railway man

El anterior trabajo de Jonathan Teplitzky, Burning man (íd; 2011), supuso la confirmación del director australiano como un realizador a seguir de cerca, a pesar de su marcada impersonalidad al pretender imitar a Christopher Nolan y su narración fragmentada de Memento (íd; 2000) en la mencionada Burning Man, o a Quentin Tarantino y la imprescindible Reservoir dogs (íd; 1992) a través de los continuos guiños que realizó en la aburrida El desquite (Gettin’ Square; 2003). Uno podría esperar que esta nueva oportunidad serviría como reválida para abrirse al mercado estadounidense al contar con nombres como Colin Firth, Nicole Kidman, Stellan Skarsgård o Jeremy Irvine. Lamentablemente, Teplitzky suspende, aburre y en ningún momento sabe manejar una historia posbélica de cicatrices abiertas, redención y perdón que se pierde en un desquiciante control de los tiempos y víctima del descompensado uso de flashbacks.

Colin Firth encarna a un teniente que regresa a casa tras ser torturado por el ejército japonés durante la segunda Guerra Mundial. Un trauma que arrastra de por vida acompañado del odio que siente hacia uno de los responsables, un intérprete nipón que alargó su sufrimiento durante días. El problema de la cinta es que no logra despertar ninguna empatía hacia los personajes por culpa de una pronunciada carencia de entidad como resultado de una delirante fragmentación de los distintos capítulos que conforman un sencillo puzzle emocional. Una división en el enfoque que transforma una historia de reconciliación, basada en hechos reales, en un irritante resultado más propio de los telefilmes.

Capítulo aparte merece Nicole Kidman. Qué innecesario es su personaje y qué pobre es su aportación.

Una cuestión de tiempo (About time; Richard Curtis, 2013) Perlas

About time

Los viajes en el tiempo, el material con el que parte el director Richard Curtis, es un terreno ya trabajado a lo largo de la bastísima producción sci-fi. La iniciática Le Jetée (íd; Chris Marker, 1962) asentó un terreno que ampliaría horizontes con géneros tan variados como el thriller en El efecto mariposa (The butterfly effect; Eric Bress, J. Mackye Gruber, 2004) el noir en la reciente Looper (íd; Rian Johnson, 2012), la acción en Terminator (íd; James Cameron, 1984) y sobre todo en la comedia con Atrapado en el tiempo (Groundhog day; Harold Ramis, 1993), Regreso al futuro (Back to the future; Robert Zemeckis, 1985) , El ejército de las tinieblas (Army of darkness: Evil dead III; Sam Raimi, 1992) o la sobrevalorada Midnight in Paris (íd; Woody Allen, 2010). Sin embargo, cuesta encontrar trabajos en los que los viajes en el tiempo hayan servido como cimientos para sustentar una comedia romántica, propósito que cumple Richard Curtis al dar con la tecla adecuada regalando una excelente feel good movie, brillante por momentos y excesivamente azucarada por otros.

Quien fuese guionista de Notting Hill (íd; Roger Michell, ) o El diario de Bridget Jones (Bridget Jone’s diary; 2001) ha sabido reducir su carrera como director a un mismo denominador común: el romance al servicio de la comedia. Una idea que encauzó en su ruidosa Love actually (íd; 2003), desdibujó en la mejorable Radio encubierta (The boat that rocked; 2009) y perfecciona en la estupenda Una cuestión de tiempo. Todo un regalo rejuvenecedor para el género si tenemos en cuenta el mediocre nivel que atesora la comedia romántica de la última década, la cual se encasilló en una carrera por ofrecer el chascharrillo sexual más barato. No merece la pena mencionar todos los títulos que nacieron a raíz del éxito de Sexo en Nueva York (Sex and the city; 1998).

En esta ocasión, Curtis presenta a una chaval miembro de una familia en la que todos los varones son capaces de viajar al pasado y regresar al tiempo presente. El director británico no se anda por las ramas y pronto descubre el pastel consiguiendo captar nuestra atención en una perfecta primera hora en la que el humor respira naturalidad y honestidad. Pero a medida que evolucionan los personajes, y se resuelven los problemas, la comedia se acomoda y se repite hasta llegar a un predecible clímax que ni mucho menos desmerece esta emotiva rom com de inconfundible sello británico.


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