Las películas compuestas por varios cortos que pretenden retratar una ciudad se pusieron de moda con Paris, je t’aime, siguieron con New York, I love you y probablemente continúen eternamente si nadie lo impide. Las miradas de estas dos películas hacia sus ciudades idolatradas es superflua e incluso perezosa. Con 7 días en la Habana podría haber sido distinto porque Cuba no es un país cualquiera, su sociedad está llena de contradicciones: está el deseo de sus gentes por salir de allí pero también el inevitable orgullo de pertenecer a una isla cuyos habitantes se definen por su lucha y su cultura. Si finalmente 7 días en la Habana no tiene más complejidad o profundidad que otros filmes turísticos es sencillamente porque el reto era demasiado grande para caber en diez minutos de metraje.
En una habitación del Hotel María Cristina, en San Sebastián, Videodromo tuvo el placer de conocer las inquietudes e ideas con las que Pablo Trapero, Elia Suleiman y Benicio del Toro trabajaron para rodar sus respectivos cortometrajes.
El primero en hablar fue Suleiman, un tipo de abundante pelo blanco, con gafas de sol y fumador empedernido: “Hice el corto basándome en la larga duración de los discursos de Castro. Mi personaje espera al dictador para conocerle y mientras dura el discurso puedo retratar la visión que un extranjero tiene de La Habana”. Y con este punto de partida nace el mejor cortometraje del filme, el más político y el menos condescendiente.
Trapero, descalzo y removiendo un café, relató su periplo personal para retratar La Habana desde el punto de vista de un director de cine, Emir Kusturica… ni más ni menos. “Yo quise homenajear al festival de cine de La Habana, un festival muy importante para la ciudad y para el cine latinoamericano. Me pasaron los cuentos de Padura y me inspiré libremente en uno que se llamaba Jam Session. Lo importante era contarlo desde el punto de vista de alguien que llega desde fuera”. Pero había que convencer a Kusturica… “Le pedía a los productores que tenía esta idea con Kusturica y les pareció bien. Es un director que admiro y que además tiene muchos mitos a su alrededor. Tenía mis dudas de que aceptara y cuando aceptó me surgieron dudas de cómo podría funcionar. Dirigir a un director tiene muchas peculiaridades, pero él fue muy generoso desde el primer día”. Cuando Trapero habla de mitos se refiere al alcoholismo de Kusturica y su personalidad intratable –el corto retrata la amistad de un chófer cubano y un Kusturica al borde de la intoxicación etílica que recoge un premio en el Festival de La Habana-. “Al final y según mi experiencia solo puedo decir que los mitos son solo eso, mitos”, concluyó.
Benicio Del Toro, un tipo que impresiona por varias razones, entre ellas su altura, su pelazo despeinado y su mirada de chicano triste, debuta tras las cámaras. “El deseo de dirigir fue algo que ha ido creciendo en mí poco a poco, como actor he tenido la oportunidad de trabajar con muy buenos directores y es algo que pienso hacer de nuevo”, comentó el actor y director de Puerto Rico. En su corto narra el primer día en La Habana de un joven estadounidense que llega a la ciudad para estudiar cine.
Todos los cortos excepto el de Suleiman son completamente apolíticos, cuando por otro lado sería algo obvio (aunque necesario) retratar los problemas económicos y políticos cubanos. “Todo lo que obtuve en cuba, todas esas sensaciones, me permitirían hacer una película en cualquier otro sitio retratando las dificultades que tuve rodando allí. De hecho siento no haber rodado un par de escenas cómicas por culpa de la censura. Recuerdo que había una cuantas escenas en el Hotel Nacional que hubieran sido muy divertidas pero directamente el hotel no me permitió rodarlas, ¡creían que estaba ridiculizando Cuba!”. Para Del Toro no es fácil hablar de la situación política en Cuba, “después de rodar la película para mí sigue siendo complicado hablar del embargo estadounidense, pero es evidente que muchos de los problemas cubanos tienen ahí su origen”. Tras decir esto Del Toro se levantó y se fue. Las estrellas de Hollywood siempre tienen prisa.
Otro de los puntos fuertes dentro del filme y que evidentemente tuvo que surgir en la conversación era la importancia de la música. “En mi corto, por lo que cuenta, la música era fundamental y tuvimos la oportunidad de escuchar a más de 100 músicos para encontrar al personaje adecuado. La música en Cuba está muy presente en la vida de la gente, de hecho en La Habana es muy común que haya una doble vida, que seas algo por la mañana y por la noche estés vinculado al mundo de la música”, contó Trapero. Lo que hizo Suleiman para su corto no se distingue mucho de sus otras películas, “siempre uso un tema que oigo en un lugar donde voy a rodar y lo incorporo a la película. La canción que se oye en el zoo es una canción que sonó cuando yo mismo lo visité y también el tema musical de la playa, que incorporé después de haberlo oído en el mismo lugar”.
Trapero y Suleiman se despidieron, este último con un cigarro pegado a la boca, después de una charla en la que quizá falto meterse más a fondo en el análisis de la precaria situación económica y política de esta sociedad ahogada, la cubana.