“El club” de Pablo Larraín nos acerca a los desechos olvidados por la Iglesia tras su incursión en los pecados más deleznables.
Atmósfera
El director chileno Pablo Larraín ya demostró en su anterior trabajo “No” (2012) que sabe hacer un uso inteligente del poder de la imagen en consecuencia a la temática abordada. Bien lo puso a prueba a la hora de inmiscuirse en pleno 1988 durante la dictadura chilena usando cámaras utilizadas en ese mismo periodo, introduciéndonos desde lo formal al regreso de una época pasada. Algo parecido encontramos a la hora de enfrentarse visualmente a lo tratado en su nueva obra, “El club”, un filme que se hizo con el Oso de plata en el pasado Festival de Berlín quedando tan solo por detrás de la reivindicativa “Taxi Teherán” del iraní Jafar Panahi. Y es que esta cruda película chilena cuenta una historia muy turbia, la de unos sacerdotes retirados en una casa de un pequeño y casi olvidado pueblo los cuales han violado tanto las leyes eclesiásticas como las morales. Detrás de estos ancianos se esconden males lamentablemente arraigados a la Iglesia como la pederastia o el robo de recién nacidos. Es por ello que Larraín sabe ambientar a la perfección gracias a la estridente y escalofriante música y a un uso del color gélido y hostil una atmósfera malsana que produce rechazo e irritación a partes iguales sin decaer durante todo el metraje. Sabe recrear mediante los sentidos una sensación constante que se fusiona a la perfección con la dureza con la que se ha confeccionado el planteamiento del filme.
Lenguas afiladas y miradas mortíferas
El desagradable envoltorio que envuelve el largometraje nace de la negatividad que irradian unos personajes magistralmente construidos. No hay una sola fisura en el retrato de estos desdichados incapaces de reconocer sus propias faltas. Los continuos interrogatorios del Padre García, un hombre recto enviado a investigar lo acontecido en ese retiro carcelario, nos ayuda a conocer desde su posición, la del que acaba de llegar y se topa con esa decrepitud y se enfrenta a todo ello desde el desconocimiento, como nosotros, la psique de unas personas enfermas cuya compañía es de todo menos simpática. Y es que los diálogos del filme son tan contundentes como dolorosos. Anunciando con toda naturalidad unos hechos despreciables siempre acompañados de la expresión facial de unos personajes que saben transmitir esa frialdad innata en unos seres deshumanizados que se guían por sus propios egoísmos.
Exceso
El único punto en el que puede decaer la rotundidad de una propuesta sin apenas fallos acontece en su clímax, en el uso de un montaje paralelo que propicia una acción fruto de las maldades más profundas de sus personajes y del entorno que les rodea. El acercamiento extremo a los rostros doloridos, la rapidez de los movimientos de cámara y el empleo excesivamente fuerte de la música rompen la armonía propia dentro de la misma coherencia del filme, dejándose llevar por la necesidad de culminar la película con un gran golpe acrecentando toda la perversidad cultivada, fallando en lo facilón de su forma. Por suerte, el epílogo vuelve a atarnos a los terrenos de lo anteriormente explorado, ligando con acierto lo ocurrido con lo que vendrá, dejándonos de nuevo con la misma sensación angustiosa vivida durante una hora y media que no dejará indiferente a nadie.
Frases destacadas de “El club”:
- Hermana Mónica: “Prohibida cualquier actividad flagelante o de placer”.
- Padre Matías: “Yo no cometí ningún delito. No soy un invertido como esos. Yo solo tuve un pequeño problema”.
- Sandokan: “Los curitas tocaban los genitales. De ahí pasó a la masturbación. El prepucio. Movía para arriba, para abajo…”
- Padre Ramírez “Nos mandan al Padre García porque la Iglesia se lava las manos y nos quieren a usar a nosotros de chivo expiatorio”.
- Padre García: “Yo sé porque estoy aquí. He de saber si ellos saben por qué están aquí. Esto no es un spa, es un centro de arrepentimiento”.
- Padre Ortega: “Yo solo quería salvar vidas. Iban a botar a esos niños a la basura”.
- Padre Santiago: “Los homosexuales también fueron creados por Dios”.