Llegamos al cierre de la Sección oficial constatando el buen estado de forma del cine español. Este año, el Festival de San Sebastián ha acogido una excelente cosecha nacional, y es que las propuestas de Álex de la Iglesia, David Trueba, Manuel Martín Cuenca y Fernando Franco destacan dentro de la programación con respecto a las películas extranjeras presentadas. Es La herida, la ópera prima de Fernando Franco, la última en presentar su candidatura a la Concha de Oro y la favorita a llevarse la Concha de Plata por la interpretación de Marian Álvarez.
La herida (Fernando Franco, 2013)
Imagino que, un año después, el público no ha olvidado a la primorosa Blancanieves (Pablo Berger, 2012), esa bellísima reinvención del cuento desde el esperpento y el expresionismo alemán. Una película en la que figuraba, entre sus responsables, Fernando Franco bajo la injustamente minusvalorada labor de montador, tarea que ha compaginado a la par como guionista habitual de Jaime Rosales y como infatigable cortometrajista. La herida es su salto al largo como director y el resultado es una joya protagonizada por una Marian Álvarez en estado de gracia y que interpreta a una enferma bipolar autodestructiva llena de matices cuyo castigo es el de no hallar la felicidad.
Acudiendo a los cortos de Franco, podemos deducir que La herida es una extensión de sus anteriores proyectos en los que la ruptura y el desorden emocional ( Tu (a)mor (2009), Mensajes de voz (2007)) y la confianza plena en sus actores (Room (2011)) confeccionan un estilo contemplativo y poco intrusivo dejando que sea el propio espectador quien termine de trazar el retrato de los protagonistas. Para rodar La herida, Fernando Franco se planteó hacerlo desde el formato documental con la intención de que la cámara mostrase el dolor de los trastornos psicológicos. Finalmente, optó por una ficción limítrofe al cinéma vérité que abre una ventana al día a día de Ana, una conductora de ambulancias que vive con su madre y que desconoce el trastorno de personalidad que padece. Franco maneja la cámara otorgando todo el protagonismo a Marian por medio de planos muy cortos en los que la actriz demuestra el talento suficiente para dar credibilidad a unas escenas que en manos de otros responsables podrían resultar histriónicas, e incluso cómicas. La ausencia de voz en off, la economía de sus diálogos, lo que se muestra (y lo que no, importante) producen una sensación de cotidianidad necesaria que juega en favor de La herida para que no decaiga en exageraciones y secuencias de subrayado dramatismo. Todo se observa desde la misma distancia. No hay morbo, ni provocaciones, tampoco moralinas ni posicionamiento, solo el espectador ante una enfermedad y un personaje abierto a cierta esperanza final.
La herida es, posiblemente, el mejor debut de este 2013 y Marian Álvarez una actriz llamada a consolidarse.
For those who can tell no tales (íd; Jasmila Žbanić, 2013)
Quien haya visto Grbavica, el secreto de Esma (Grbavica; 2006) estará más que prevenido a la hora de visionar una película de la bosnia Jasmila Žbanić. Su preocupación por la memoria histórica, las familias deshechas o la sensibilidad perfilada desde la tragedia como estigma hereditario tras la guerra de los Balcanes son las principales raíles por los que se mueven sus dramas sociales. En Grbavica hizo hincapié en la crisis de identidad de una chica a la que se le ha ocultado el pasado de su padre, y ahora en For those who can no tales pretende rendir homenaje todas aquellas víctimas silenciosas e ignoradas en los monumentos póstumos, y al mismo tiempo recalcar el valor de la historia como el mejor espejo para aprender de los errores. Todo ello sin caer en aburridas e impostadas moralinas.
Žbanić elige una historia real basada en la propia experiencia de la actriz protagonista, la australiana Kym Vercoe, quien realiza un viaje por Bosnia deteniéndose en Sarajevo y Visegrado donde las mujeres fueron violadas brutalmente y años después obviadas en las guías turísticas (sic.). Ahora bien, el problema de la cinta es la falta de intención más allá de la expositiva porque como documento pedagógico resulta interesante, pero como producto audiovisual hace aguas por culpa de su desconcertante protagonista y por un final tan insulso como forzado.