Una aventura envuelta de un manto academicista con alteraciones muy valientes
Una cuestión lumínica
La película “Phoenix” de Christian Petzold que se hizo con el FRIPESCI en el pasado Festival de San Sebastián podría antojársenos a primera vista por su capa formal como un producto desprovisto de implicación personal, como si fuera filmado por el más anónimo de los artesanos de Hollywood. Sin embargo, aunque la dirección sea de corte academicista, no podemos olvidar el interesantísimo juego de luces entre rojos y azules que distorsiona algunas de las escenas nocturnas del filme. Como si de una influencia tardía del expresionismo del Die Brücke (El puente rojo) y el Der Blaue Reiter (El jinete azul) se tratara, las tendencias pictóricas preponderantes entre los artistas vanguardistas anteriores y posteriores a la IGM, el enfoque que se le da a las actitudes humanas urbanitas de después de la catástrofe de la IIGM en Alemania, no puede ser más fría y deshumanizadora. Por otro lado, las declaraciones fantasmales usando la oscuridad y el brillo que brinda la tenue luz chocando con el cabello de Nelly, nuestra protagonista, nos invitan a inmiscuirnos en algo que se aleja tímidamente de los parámetros más verosímiles e intenta interpelar al espectador mediante el poder de la imagen.
Y es que el uso de la luz será trascendental en el desarrollo del relato, no tanto de una manera física como en el oscuro abismo mental que surge de la psique de sus protagonistas. Todo dependerá de la claridad de su mirada.
Reformulando “Vértigo”
La trama de la película nos rememora irremediablemente a una de las obras más emblemáticas del director británico Alfred Hitchcock, no sin antes acercarse ligeramente a otras películas un poco más tardías que “Vértigo”. “Phoenix”, en sus inicios, nos presenta a la adinerada Nelly, una judía que parece renegar de sus propios orígenes (y destinos) y que ha perdido su rostro antes de ser liberada de un campo de concentración. Como consecuencia de ello, gracias al poder del dinero de su herencia, se le paga una reconstrucción facial que altera su aspecto original. Por momentos, nos evocará a los maravillosos paseos curiosos de la protagonista de “Los ojos sin rostro” (1960) del francés Georges Franju, aunque también muy levemente al desencanto por cambiar de rostro que sufre el protagonista de la película perteneciente a la nueva ola japonesa “El rostro ajeno” (1966) de Hiroshi Teshigahara.
Sin embargo, poco tarda la acción en entrar en una vía distinta, alejándose incluso de un vía entreabierta (que nunca se cierra, pero en la que nunca se profundiza en exceso) a la reflexión sobre el silencio judío posterior al Holocausto. Sospechando de la traición de su marido, se acerca a éste sin que él la reconozca. Será entonces, cuando aprovechando el parecido, Johnny, trame convertir a Nelly en una reconstrucción de su esposa sin ser consciente de que es ella misma. Aquí viviremos una reformulación del clásico de Hitchcock, en el que un hombre rudo y con pocos escrúpulos no dudará en martirizar psicológicamente a una joven con tal de que se parezca a su fallecida enamorada. No obstante, no se desprenderá ningún hilo necrófilo debajo de esta obcecación, sino que se esconde el deseo primoroso de cobrar la herencia perteneciente a la mujer que presuntamente delató a los oficiales nazis.
Muchos clichés y un final muy potente
La película no deja de navegar por el trillado mundo de los clichés temáticos. La sola ubicación de ésta, en una Alemania postnazi y al ser protagonizada por judíos puede llegar a desalentar al lector de la sinopsis. Por otro lado, la temática hitchcokiana también juega en un terreno mil veces visto por el espectador moderno. Y con todo, es justo reconocer el mérito a la hora de albergar una acción dramática vivaz y poderosa, asistiendo a como se cuece el caldo de cultivo que entremezcla el amor, el egoísmo y la venganza, regalándonos un final engalanado de bellísimas formas, tanto visuales como sonoras, que alberga una dureza emocional capaz de dejar poso en el espectador. En última instancia, la llorosa mirada subjetiva de un personaje acaba por fusionarse con la del mismo director.
Frases destacadas de “Phoenix”:
- Nelly “Quiero ser como antes”.
- Nelly: “¿Tú me reconoces?”
- Lene: “Lo eres. Intentaron matarte por judía”.
- Lene: “No hablo con traidores”.
- Johnny: “Cuenta la historia si te la preguntan. Pero te aseguro de que no te la preguntarán”.
- Johnny: “Deja de ser Nelly. Sé que no lo eres”.